Monday, April 4, 2011

Buscando casa

Somos muchos los latinos que formamos parte de la comunidad de expatriados en Shanghái. La gran mayoría nos hemos visto en la necesidad de rentar un departamento. Pocos de nosotros, sin embargo, lo hemos tenido que hacer “a mano”.

A continuación presento una pequeña colección de anécdotas, cortesía de algunos estudiantes de chino y empleados enviados a la gran ciudad desde su país nativo, sobre la experiencia de rentar un departamento de chinos.

Carlos:
Era una situación de extrema urgencia, la visa de estudiante de Carlos terminaba pronto y necesitaba un documento que sólo podría tramitar después de haberse registrado en la oficina de policía más cercana, y para eso, era necesario un contrato de renta de departamento. A través de una agencia de bienes raíces, Carlos se aventuró en la jungla de edificios buscando un lindo lugar para llamar hogar. Al entrar al primer departamento del día, Carlos estaba casi convencido. Era amplio y acogedor, tenía una linda vista y el precio era menor a su presupuesto. A punto estaba de aceptar cuando al entrar a la recámara vio que el esqueleto metálico de la cama sin colchón tenía un gran agujero en el centro. El agente de bienes raíces le aseguró, sin embargo, que una vez comprado el colchón, el hoyo ni se sentiría. Le explicó que el casero, para ahorrarse un dinerito, había comprado todos los muebles de segunda mano a un hospital en remodelación. Las mesas, las sillas, los sillones y la cama provenían de los cuartos de pacientes sin posibilidad de levantarse y con repentinas ganas de ir al baño cada diez minutos.

María:
Después de haber visitado por lo menos diez departamentos en un solo día, María estaba exhausta y no quería saber más del asunto, pero accedió a visitar uno más que el agente de bienes raíces recomendaba altamente. La casera misma les abrió la puerta y los acompañó al recorrido mandatorio de las habitaciones para mejor vender su inversión. Lamentablemente para la casera y sus intenciones, casi todos los muebles del departamento estaban rotos o desmoronándose. La mesita de la sala, María estaba segura, se colapsaría al colocar encima la más ligera de las revistas, a lo que la casera contestó con un “Pues hija no pongas nada encima y ya”. La recámara no tenía aire acondicionado o calefacción, a lo cual la casera contestó con un “Pues hija cuando haga calor no te pongas mucha ropa y cuando tengas frío no te quites el abrigo y ya”. Las puertas del clóset no abrían bien y una vez abiertas, se atoraban y era imposible abrirlas nuevamente, a lo que la casera contestó con un “Pues hija, cuando te mudes nada más no saques tu ropa de las maletas, pero no pongas las maletas sobre la cómoda porque tiene una pata floja y se puede desmoronar”.

Rubén y Georgina:
Eran una linda pareja de mexicanos que se mudaban a China para aprender el idioma y así perfeccionar su perfil profesional de licenciados en comercio internacional. Que sensacional. Con un corto presupuesto pero muchas ganas de comenzar su nueva vida, la pareja se decidió en rentar un humilde departamento que requeriría de muchas renovaciones, pero estaban felices. A la hora de firmar el contrato y llegar a un acuerdo final con el casero, Rubén y Georgina se sorprendieron al ver que el agente de bienes raíces, al parecer, pretendía escribir el contrato completo y dos “copias originales” a mano, tarea que le llevó poco más de dos horas completar, y finalmente, justo antes de que todos firmaran, informó a la pareja que ahora lo único que necesitaban era pagar dos meses de renta como depósito, tres meses de renta como adelanto, el 35% de un mes de renta como tarifa de la agencia, más los gastos de transporte y un pequeño deducible para su comisión. Además de que el casero se había tomado la libertad de comprarles una vajilla nueva y un juego de sábanas amarillas con estampados de ovejitas de caricatura espantosas que les pretendía cobrar con precio de importación. Rubén y Georgina se despidieron amablemente y salieron de la agencia derechito a los dormitorios de la universidad.

Jorge y Moisés:
Dos nuevos amigos, un argentino y un español, decidieron mudarse fuera de los dormitorios de la universidad para tener mayores libertades y más espacio personal. En la búsqueda de departamentos se toparon con uno que, si no logró que se arrepintieran de la idea, sin duda los hizo pensar dos veces antes de tomar la decisión final. Tras un largo día de visitas a edificios extraños, el agente de bienes raíces que habían encontrado a la carrera los llevó al piso 13 de un edificio casi en ruinas. Al abrir la puerta lo primero que vieron fue un gran letrero en chino hecho con letras de unicel pegado a la pared que leía el nombre de alguna compañía que sin dudas, había quebrado. “Ah sí, el departamento solía ser una oficina, en realidad no tiene recámaras, pero el casero está dispuesto a poner una cama en cada habitación”. El yeso de las paredes estaba regado por todo el suelo y pedazos del techo se habían caído ya, focos colgaban como tristes adornos navideños olvidados y el olor a gato reinaba. “Es que ha estado desocupado un largo tiempo, pero no se preocupen, el casero está dispuesto a darle una limpiadita, un par de focos nuevos y listo, como nuevo”. Al llegar a la cocina, sin embargo, Jorge y Moisés notaron un extraño patrón de manchas marrones a lo largo del piso y hasta la pared. “Ah sí, eso no es sangre, no lo es, no señor”. Los dos amigos salieron corriendo del edificio a buscar el Century 21 más cercano.

No comments:

Post a Comment