Monday, April 4, 2011

Las Cubetas de Ming

Claudia compartía departamento con una chinita llamada Ming, las razones por las cuales decidieron vivir juntas eran en su mayoría, económicas, aunque Ming disfrutaba de practicar su inglés con Claudia quien al mismo tiempo, practicaba su chino con Ming. A pesar de su distinta procedencia (China y Ecuador), y de no tener mucho en común, la convivencia nunca fue mala.

Ming, sin embargo, tenía una costumbre que Claudia no lograba comprender y, para ser franca, le molestaba un poco: Ming se metía al baño con dos cubetas pequeñas cada vez que tomaba una ducha y al salir, todo el piso del baño quedaba inundado formando un pequeño charco que encantaría a una docena de patitos. Cada vez que Claudia entraba al baño después de Ming era recibida con un sonido encharcado que empapaba sus pantuflas de rinoceronte.

Un dato curioso sobre el baño que compartían era que tenía tres lavabos, uno dentro de la regadera, uno bajo el espejo y otro junto a la puerta. La razón, desconocida. Tal vez el arquitecto tenía una visión vanguardista, tal vez era un maniaco de la limpieza. Tal vez era pez. La realidad era que tenían tres lavabos y Claudia no sabía qué hacer con ellos. Aparentemente Ming tampoco, si además necesitaba el apoyo de dos cubetas de plástico para mejor cuidar su higiene personal.

El porqué de las cubetas era un misterio para Claudia y cada teoría que se le ocurría era más improbable que la anterior. ¿Acaso lavará su ropa en la regadera? ¿Será para remojar sus calcetines? ¿Por qué siempre queda el piso empapado? Tal vez se remoja los pies mientras se lava los dientes. Tal vez es acuario. Quién sabe. Claudia nunca tuvo el valor de preguntarle, para cuestiones personales era muy reservada. Recordaba con horror aquél día en que Ming le preguntó para qué servía un tampón: “Es que en la escuela no nos enseñan eso y mi mamá siempre decía que donde no pega el sol no caben preguntas”.

Muchas veces rumbo a la escuela, Claudia pasaba frente a unidades habitacionales muy humildes, en donde las personas se acuclillaban frente a llaves de agua con cubetas y se ponían a tallar su ropa en las banquetas. ¿Acaso eso es lo que hacía Ming? Tallar su ropa en el piso del baño, podría tener sentido. Pero no, ellas tenían lavadora y Ming compraba detergente por toneladas y parecía beberse el suavizante.
En alguna ocasión caminando frente a un mercado Claudia notó varios chinos con cubetas llenas de pescados y tortugas vivas, pero no, eso definitivamente no podría ser. ¿O será que…? No, definitivamente no.

Los años pasaron y las chicas se despidieron, Claudia nunca le preguntó a Ming sobre las cubetas y su curiosidad disminuyó lentamente hasta desaparecer por completo.
Muchos años después, ya graduada y trabajando, Claudia conoció a un agradable chino llamado Cai, quien durante una conversación sobre diferencias culturales tocó el tema de las cubetas para bañarse. “Por favor, explícamelo todo ya”.

Los chinos hasta hace unos años no tenían regaderas, no conocían lo que era darse un baño, la manera de limpiar su cuerpo era con cubetas y telas que usaban para trapearse la mugre. Suena poco práctico, lo sé, pero era la costumbre. Cuando aparecieron las regaderas a muchos les pareció una manera increíble de gastar agua, la posición era demasiado erguida y se sentían en evidencia. Yo creo que tu amiga Ming creció acostumbrada a bañarse en cuclillas, y de ser así, lo más probable es que lo hiciera fuera de la regadera, en donde supongo, habría más espacio para las cubetas.

Así fue resuelto el misterio, lo que Claudia pensaba era una falta de respeto por parte de su compañera de departamento era más bien, una más de aquellas costumbres chinas que no dejan de sorprender a su humilde narrador. Una manera de ahorrar agua.
“Y yo que pensaba, después de todos estos años, que sólo eran ganas de chingar”.
Amigos, si su compañero de departamento se mete al baño con cubetas, no desesperen, la cuenta de agua llegará barata. Ahora que si su compañero de departamento talla su ropa en el piso del baño, o se remoja los pies mientras se lava los dientes, o gusta de poseer mascotas marinas, entonces no es una diferencia cultural. Son sólo ganas de chingar.

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